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Recrudece la interna del gobierno por las alianzas en las provincias como Entre Ríos

Recrudece la interna del gobierno por las alianzas en las provincias como Entre Ríos

El martes, en la Casa Rosada, se dio una escena peculiar. Cuando terminó la reunión de Gabinete en el Salón Eva Perón, bajaron a las oficinas de Guillermo Francos todos los “brazos políticos” de Javier Milei: el ministro coordinador, Karina Milei, Martín y “Lule” Menem y Santiago Caputo. Distintos colaboradores en la sede de gobierno dieron por hecho que tendría lugar una nueva cumbre de cúpula política, como ocurre con frecuencia casi semanal. El despacho del vicejefe de Interior, Lisandro Catalán, que mira al río, es habitual punto de encuentro para discutir los cursos de acción y fumar. Pero los tomadores de decisiones oficiales finalmente pulularon por el área sin concretar un cónclave formal cara a cara.

Ese fue el preludio de la adversa sesión que enfrentaron los libertarios en Diputados el miércoles y que expuso, como nunca, las profundas diferencias de visión política que anidan en el seno del Poder Ejecutivo entre el “menemismo” −más propenso a la intransigencia y a “ir con la propia”− y el “caputismo” −que propone una base de acuerdos de “gobernabilidad” en el Congreso−.

En principio, no se vislumbra un escenario de concordia entre los dos campamentos. No está ni el ámbito ni el ánimo para la deliberación interna, como se vio el martes en la Casa Rosada. “No hay mucho para hablar”, reconocen testigos del vínculo entre Caputo y los Menem. Estos últimos, en la práctica, son los que se quedaron con la lapicera de la estrategia electoral por mandato de Karina Milei. Lo curioso por estas horas es que en ambos bandos interpretan de manera diferente cuál es la voluntad de Javier Milei. Del “uno”, publicó La Nación.

El resultado de la jornada en Diputados fue malo para el Gobierno, aunque podría haber sido mucho peor si no mediaba el bochorno protagonizado por un grupo de diputadas de Unión por la Patria y los libertarios José Luis Espert y Juliana Santillán. Una pelea a los gritos hizo que se cayera la sesión especial por falta de quorum y finalmente no se discutió ni la baja en las retenciones (proyecto que los kirchneristas no querían tratar) ni la reforma a la ley que regula los decretos de necesidad y urgencia (que no querían ni la Casa Rosada ni los K). Pese a las sospechas del resto de los bloques, la escena no estuvo orquestada. No hubo nada “acorde al plan”.

Pero el debate alcanzó para que se expusiera con claridad el nuevo paisaje político que enfrenta el Gobierno. Diputados de bloques variopintos que han sido aliados del oficialismo, esta vez le dieron la espalda a La Libertad Avanza (LLA). No solo colaboraron con el quorum de la sesión. Muchos de ellos apoyaron los emplazamientos para que el oficialismo abra las comisiones y trate dos proyectos adversos para la Casa Rosada: el que declara la emergencia en la salud pediátrica (impulsado por el conflicto en el Hospital Garrahan) y el que prevé un nuevo financiamiento de las universidades.

Un crisol de aliados mostró los dientes. Desde la libertaria Marcela Pagano hasta un grupo de legisladores de Innovación Federal, el bloque que responde a los oficialismos provinciales y que solía acompañar al Gobierno. Desde el entrerriano Francisco Morchio (que responde al gobernador Rogelio Frigerio, que busca un acuerdo electoral con LLA en Entre Ríos), hasta los radicales “peluca”, Mariano Campero y Martín Arjol.

Escenario

No es difícil atribuir el malestar de los aliados. El Gobierno no solo está rechazando el planteo que hicieron los 24 gobernadores en pleno para que Nación baje recursos a las provincias a través de la coparticipación del impuesto a los combustibles líquidos y los Aportes del Tesoro Nacional (ATN). El armado electoral de LLA en las provincias viene siendo muy tacaño con los aliados de otros partidos y, por ahora, la cúpula libertaria está descartando cerrar acuerdos electorales con la mayoría de los gobernadores amigables, como se vio días atrás en Corrientes.

No hay plata. No hay lugares en las listas. No hay.

Este panorama enfrentó más que nunca las dos visiones que conviven en el Gobierno. Los Menem y los armadores territoriales que responden a Karina Milei son partidarios de fortalecer un entramado territorial violeta puro (es decir, prefieren “ir con la propia” y disputarle el poder en todos los rincones del país). Y el ala que responde a Santiago Caputo clama por tejer una serie de acuerdos políticos que resigne casilleros locales en pos de garantizar gobernabilidad y potencia en el Congreso Nacional.

Lo que está en duda es si se va a avanzar en alianzas, o no, con los oficialismos provinciales en distritos como Entre Ríos, Chaco, Salta o Río Negro (que este año eligen senadores). Para ello, LLA debería no correr en algunas provincias a nivel distrital en pos de sumar más bancas en la elección nacional. “Lo que no se paga con billetera, se paga con política”, dicen los “acuerdistas”. En el mismo sentido, hay diferencias sobre cómo tramitar la “generosidad” con Pro y con parte del radicalismo bonaerense.

Lo que se viene

El contrapunto en el Gobierno traerá consecuencias en dos períodos temporales: de acá hasta que cambie la composición de las Cámaras en diciembre y desde diciembre hasta que termine el mandato.

“El mayor riesgo es que nos peguen un tiro, por ejemplo con la ley de jubilaciones, que ya tiene media sanción, que no nos acompañen en el veto y que nos entre la bala”, dijo un colaborador que trabaja cerca de Caputo. “Pero también es posible que zafemos. Y que lleguemos a octubre sin cimbronazos y sin pagarle nada a nadie. El resultado de las elecciones va a ser positivo para el Gobierno porque vamos a sumar manos en el Congreso. El problema es la magnitud del triunfo y qué objetivo estamos persiguiendo”, agregó. Y remató: “¿Vamos a ampliar nuestros bloques, o vamos a tener las manos suficientes para defender decretos y vetos y para hacer las reformas de fondo (la previsional, la tributaria y la laboral)? Eso depende de la inteligencia electoral que tengamos ahora”.

En el “menemismo” aseguran que no había contención política posible en la sesión de este miércoles, en plena temporada electoral y con una Cámara tan atomizada. “Tenemos la restricción política de siempre y esto fue, desde el día uno, ley por ley. Estos problemas en las sesiones iban a pasar en un Congreso tan fragmentado. Más aún con un tema tan sensible como el Garrahan. Se simplifican cosas que son complejas”, retrucan.

Del lado de los Menem y de los armadores aseguran que el Presidente ya fue claro y que su consigna es “no arreglar con la casta”. “Si uno mira lo que el oficialismo debería entregar, eso va a ser pan para hoy y hambre para mañana”, señalan en el bando de los “territoriales”. Y agregan: “Todo esto va a cambiar en octubre, con el resultado electoral puesto”.

Otra versión indica que a comienzos del año hubo un mandato que bajó desde Milei y al que suscribieron Santiago Caputo pero también Francos y el ministro de Economía, Luis Caputo −actor fundamental en la trama− que indicaba que había que mostrar el látigo y defender la propia, pero garantizar los acuerdos necesarios para “asegurar el Congreso”. Tanto para evitar traspiés serios que pudieran afectar el déficit fiscal como para, más adelante, hacer pasar las reformas de fondo (que no asomarán en papel hasta el 2026). “Esta cuestión de estrategia ya se discutió arriba cuando estábamos de cara al acuerdo con el FMI”, aseguran en ese sector.

Con este panorama, hay quienes esperan que sea el Presidente el que vuelva a bajar el martillo en uno u otro sentido, antes de que sea muy tarde. Milei suele tener una actitud de prescindencia en los conflictos entre tribus que se dan debajo suyo. Siempre interviene lo mínimo indispensable. “Solo cuando ve que el escenario es más negativo que positivo”, describe un colaborador que lo conoce bien. Y agrega: “Javier tiene ese estilo de conducción… Pero nunca defrauda”.

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