Sección

Entelequia

Por José Carlos Elinson (*)

 

Los niños, los jóvenes, no deben ser una entelequia para los que mandan, para aquellos que han asumido la responsabilidad de conducir el Estado. No pueden, no deben los niños y jóvenes ser sólo instrumentos de golpes bajos al mencionárselos como actores fundantes y sustentables de una sociedad de oportunidades.

Las instituciones de la República tienen casi siempre una o varias poderosas razones de ser y estar y se insertan en lo cotidiano de la vida normal de los pueblos. Nadie piensa en perderlas como nadie piensa en la muerte de lo amado. Sorteando obstáculos naturales, se los piensa eternos, conviviendo allí, al costado de la vida de las generaciones que veneran su gesta a través del tiempo.

Menudos desencuentros tuvimos cuando se trabajó para mejorar y poner en valor nuestra Escuela de Música. Es que con lo muy querido se da una relación de pertenencia de ida y vuelta que es muy difícil de explicar, tan difícil como las vicisitudes del amor.

El capítulo de la Escuela de Música llegó a buen fin y hoy, como ayer sigue siendo una referencia inamovible de la cultura de la región.

La mala noticia, que no es nueva, pero reverdece con cada proximidad de inicio de un ciclo lectivo es la desaparición de la Escuela de Danzas Municipal, un verdadero y orgulloso semillero de talentos que podrán levantar vuelo en los escenarios del mundo y en los de los pueblos que aguardan la presencia de sus artistas.

Son cuarenta años de historia cultural paranaense con destino algo más que incierto y cuatrocientos sueños que se truncan ante la ausencia de la notable institución.

No es necesario insistir en que la educación no es un gasto sino una inversión. No puedo imaginarme a cuatrocientos chicos a la deriva, en la calle, con los sátrapas de siempre tratando de tentarlos por el camino de la contaminación al alcance de la mano.

No quiero imaginarme niños carecientes de formación artística por ausencia del ámbito adecuado, debatiéndose entre lo que aún pervive de su formación hogareña y académica y la tentación del dinero fácil.

Invito desde esta columna a que se den a conocer los contratos con que el gobierno de la ciudad cumple con compromisos de campaña y otros menesteres y se los compare con los que quedaron desafectados de la Escuela de Danzas Municipal. No tengo dudas que encontraremos innumerables contratos prescindibles cuyos espacios podrían ser ocupados por quienes en los últimos diez años contribuyeron a la formación y contención de nuestros chicos.

Pero claro, la sensibilidad no se enseña, y así estamos.

(*) Especial para ANÁLISIS DIGITAL.

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