El poder de los Tórtul y las vinculaciones con Laporte

Relaciones carnales

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1150

Los tentáculos de los hermanos Tórtul en la empresa ENERSA no dejan de salir a la luz. ANALISIS pudo reconstruir varias de las historias de negocios de los empresarios de la seguridad con el poder político de turno y en particular con el funcionario fallecido, José Gervasio Laporte. En el medio hubo aprietes, ostentaciones y demasiado dinero sucio destinado a bolsillos que no correspondían, que quizás la justicia lugareña debería investigar.

Daniel Enz

Los hermanos Tórtul siempre gozaron de libertad de movimientos e impunidad en los gobiernos justicialistas, desde 2003 en adelante, con sus negociados en torno a la seguridad. No solamente tenían una llave de la puerta principal de la Casa de Gobierno, con el licenciado Oscar Mori como artífice, sino que, poco a poco, se fueron afianzando en la relación con José Gervasio Laporte, que disponía de otra copia de las llaves principales. El primero había sido el secretario de Reforma del Estado y Control de Gestión en el nuevo desembarco político de Jorge Busti, en su última Gobernación; el segundo, el secretario Legal y Técnico del concordiense. Ambos funcionarios eran determinantes en los negocios, operaciones y contrataciones desde diferentes lugares del Estado, aunque por lo general no se tocaban los intereses.

Tanto Mori como Laporte (ambos fallecidos) olfateaban el dinero y no dudaban un instante en avanzar contra viento y marea para conseguir una tajada, en función de los intereses personales o de las coparticipaciones a la política, liderada por Jorge Busti y algunos otros referentes. Iban, claro está, a los negocios millonarios y tenían ambos otra particularidad: sabían dónde depositar el dinero en el exterior, ya sea en Uruguay o, fundamentalmente, en alguna banca de Suiza, en cuentas off shore fantasmas, donde nunca pudo llegar nadie de la justicia.

Mori solía hablar con algunos medios y periodistas; la mayoría de las veces en off the record. A Laporte casi nunca se le conoció la voz. Era el funcionario del silencio, pero también un ejecutor de negocios.

Los hermanos Claudio y Marcelo Tórtul siempre le apuntaron a ENERSA. Sabían que era una fuente interminable de dinero, con un control no tan detallista y exhaustivo -como quizás debería haber ocurrido- y con ese aval político de que disponían, estaban para hacer lo que se les antojara. Pero no fue con Busti que se expandieron, sino con la llegada de Sergio Urribarri. El exgobernador y exembajador siempre fue una máquina de negociados, en especial a partir de la llegada a su círculo más íntimo del empresario paraguayo Diego Armando Cardona Herreros. A los dineros de los sobornos por cada negocio empresario con el Estado había que dejarlos en su oficina de Buenos Aires o bien entregárselos personalmente cada vez que llegaba a la capital entrerriana. Los más cumplidores siempre fueron los empresarios de la construcción: cada uno de ellos tenía que entregar el 3 por ciento de lo que le iba cobrando al Estado entrerriano y podía subir el porcentaje en tiempos de campaña, tal como viene sucediendo desde 1985 hasta la fecha. El único que siempre resistió a esa modalidad fue Mario Moine. “Cada uno de nosotros ponía el dinero en un sobre con su nombre, que a la vez se introducía en una caja que se cerraba y se la llevábamos a la gente de Urribarri. Los que recibían el dinero eran Cardona Herreros o Juampi Aguilera, el cuñado”, indicó una fuente empresaria. “Se juntaban entre 3 ó 4 millones de pesos por pago”, se acotó. A fines de 2011, Urribarri y sus allegados recaudaban unos 800 mil dólares del retorno que le pedían a los empresarios de la construcción. Y dentro de ese grupo también estaban los hermanos Tórtul, que habían empezado a desarrollar obras viales junto a otros empresarios de Paraná. Urribarri, Cardona Herreros, Miguel Marizza, Coco Mizawak (padre de la vocal del Superior Tribunal de Justicia, Claudia Mizawak y dueño de una fortuna en tierras en Paraná y alrededores, en más de 15 loteos a nombre de otros, que nunca encontró AFIP) y los Tórtul, tenían una particularidad: todos contaban con el mismo contador, José Saúl, con estudio en Capital Federal.

Buenos amigos

Los Tórtul no solamente tenían llegada directa al poder político de turno, sino que además contaban con ciertos aliados en la estructura de ENERSA, para desarrollar los esquemas de seguridad, que siempre fueron los mejor pagos del país. Tanto en la época en que se instalaron con El Guardián, Securitas (después de vender en una cifra millonaria en dólares la empresa con sede en Paraná), como cuando impusieron la firma Tornell, que fue sucesora de la anterior. El principal aliado interno en la empresa de energía era Alejandro Cis, viejo amigo de los Tórtul desde fines de la década del ‘70, en que se conocieron en el Paraná Rowing Club, junto a otros compañeros de equipo que con el tiempo irían ocupando diferentes lugares en sociedades de los empresarios de la seguridad y otros rubros. Es como que siempre se extendió un pacto de amigos del club, que hasta su detención presidía Claudio Tórtul y fue licenciado tras la decisión de la jueza de San Isidro Sandra Arroyo Salgado. Cis venía de la vieja Empresa de Energía de Entre Ríos (EPEER), donde fue despedido por irregularidades detectadas. Volvió con EDEERSA al rubro energético y quedó durante los últimos casi 30 años, por lo cual incluso se jubiló recientemente. Hasta cuando se fue de ENERSA era el gerente de Logística; o sea, un rol clave para el andamiaje de los Tórtul.

(Más información en la edición gráfica de la revista ANALISIS, del jueves 16 de mayo de 2024)

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