
La familia Gill vivía en la estancia La Candelaria, en Crucesitas Séptima, Departamento Nogoyá.
El 13 de enero de 2002 se los vio por última vez a Rubén Gill, quien tenía 56 años, el jefe de la familia; a su mujer Norma Margarita Gallego (26) y a sus hijos María Ofelia (12), Osvaldo José (9), Sofía Margarita (6) y Carlos Daniel (3).
Lo último que se supo fue que habían emprendido un viaje corto -de unos 30 kilómetros- hasta la ciudad de Viale, donde estuvieron en un velorio.
Desde entonces, el expediente judicial ha estado rodeado por preguntas. En una primera instancia, la lupa judicial se posó sobre Alfonso Francisco Goette, propietario del campo donde vivía la familia Gill. Sin embargo, cualquier información que pudo haber tenido se perdió la noche del jueves 16 de junio de 2016, cuando el hombre murió en un siniestro vial.
El titular del Juzgado de Garantías y Transición de Nogoyá, Gustavo Acosta, que tiene a su cargo la investigación por dar con el paradero de la familia desde 2015, ha dado todos los pasos necesarios para dar con una pista que permita encontrar la punta del ovillo. Pero de momento todos los esfuerzos han sido vanos.
Acosta trabaja codo a codo con María Delia Gallegos, la mamá de Norma, que trata de sacarle agua a las piedras. Primero fue la primera denuncia, después la investigación judicial, los testigos que aparecían, los datos que empezaron a llegar este año cuando se puso una recompensa, y también las consultas a curas sanadores y videntes. Intentaron una audiencia con el cura sanador Ignacio Peries, en la Parroquia de la Natividad, en Rosario, aunque por ahora es más expectativa que realidad, publicó el portal Entre Ríos Ahora.
Lo último fue la colaboración de un vidente del Sur de Entre Ríos que se ofreció a colaborar en la búsqueda. El juez Acosta emitió el viernes una orden de allanamiento para ingresar a la estancia La Candelaria y allá fueron todos: el vidente, unos técnicos que llevaron consigo equipos de geolocalización y un oficial de policía.
El vidente aportó un dato: que había que buscar en el ala Norte del campo, cerca del casco de la estancia. Los equipos corroboraron el dato que aportó: dieron cuenta de una excavación en la zona. La sospecha es que los Gill pudieron ser enterrados allí. Es una pista que apunta a dar con los cuerpos, sin esperanza de hallarlos con vida.
El paso siguiente se dará este lunes, con una nueva visita del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), a partir de un segundo testigo que apareció este año, y que dio un dato que el juez ya había manejado: una excavación en la parte norte del campo, donde cruza un arroyo. El testimonio de este testigo -que pidió que su nombre quede en reserva- es que allí Gill realizó una excavación por orden del dueño de la estancia La Candelaria.
Juan Nobile, del EAAF, llegó por primera vez a La Candelaria en 2019, y desde entonces se ha mantenido en contacto con la causa de los Gill. Ahora, se va a trabajar en una zona conocida como Campo del Abasto. Es a partir de un dato aportado por un vecino.
Un misterio que no se resuelve
La noche del jueves 16 de junio de 2016 ocurrió una muerte que, paradójicamente, abrió una luz de esperanza en procura de esclarecer uno de los mayores misterios que rondan los pasillos de la Justicia de Entre Ríos: la desaparición de toda una familia, los Gill, peones rurales de la estancia La Candelaria, en Crucesitas Séptima, departamento Nogoyá, hecho ocurrido en 2002.
La noche del jueves 16 de junio de 2016 ocurrió la muerte de Alfonso Francisco Goette. Una mala maniobra provocó la salida de la ruta, el despiste y el vuelco de la camioneta Nissan Frontera que conducía el hombre, entonces de 70 años. Las heridas producidas en aquel vuelco, ocurrido en la intersección de las rutas 32 y 35, lo llevaron a la muerte.
Goette había sido investigado, a partir de enero de 2002, por la desaparición de la familia Gill. Precisamente el 13 de enero de ese año, se lo vio por última vez a Rubén Gill, quien tenía 56 años. Con su mujer Norma Margarita Gallego (26) y sus hijos María Ofelia (12), Osvaldo José (9), Sofía Margarita (6) y Carlos Daniel (3) emprendieron un viaje corto hasta la ciudad de Viale, donde estuvieron en un velorio.
Desde entonces, se perdió todo rastro de ellos.
Lo peor, ninguna de las pistas que han seguido los investigadores ha llevado la causa a buen puerto.
Pero con la muerte de Goete apareció un primer testigo que aportó un dato clave.
Se trata de A. N., un contratista rural de Tabossi, que supo realizar trabajos de siembra en el campo de Goette, y que conocía a “Mencho” Gill.
A. N. no había querido hablar antes por “miedo” a Goette. Pero con Goette muerto, acudió a los Tribunales de Nogoyá, y habló con el magistrado a cargo de la causa, el titular del Juzgado de Transición, Gustavo Acosta.
Y dio un dato: que los Gill no se fueron de viaje ni están en otra provincia, sino que podrían estar en el mismo lugar donde siempre, la estancia La Candelaria.
Aportó una pista tétrica: que veinte días antes de que desapareciera la familia, en el verano de 2012, “Mencho” Gill cavó dos pozos, uno en el lecho de un arroyo que entonces estaba seco.
De modo que la hipótesis es que los Gill pudieran acabar sus días enterrados en esos pozos que el jefe de familia cavó, ordenado por su patrón, Goette.
Pero esa pista conduzco a una búsqueda, y la búsqueda a unas excavaciones que no aportaron nada. No se encontró nada. Ahora, un nuevo testigo, nuevos datos y la esperanza de que la investigación, ahora en punto muerto, puedan avanzar y dar algunas pistas de los Gill.